El Jardín de Epicuro es la escuela filosófica creada por él, una de las primeras de la época helenística. Fue la respuesta a una época de decadencia en la democracia ateniense debido a la expansión de Alejandro Magno. – Por Mercedes López Mateo Todos hemos escuchado alguna vez aquello de que «crisis significa oportunidad» y, aunque quizás no siempre sea cierto, lo que está claro —y ahora mismo podemos comprobarlo con la pandemia— es que los paradigmas cambian radicalmente después de los momentos más oscuros.
- Esto fue lo que sucedió en la Atenas de Epicuro, que había nacido en la isla griega de Samos.
- Para comprender de dónde nace la motivación de fundar el Jardín hay que fijar la vista en las transformaciones geopolíticas que estaban sucediendo en el siglo III a.C.
- Tras las conquistas de Alejandro Magno y las disputas que causó su muerte sin heredero en el 323 a.
C, el Imperio quedó dividido en múltiples monarquías. La organización en polis (ciudades-estado independientes) se derrumba, lo que supone el cuestionamiento de la ética y de la concepción del hombre como microcosmos que traía consigo. Aquellos lugares como la asamblea o el ágora que simbolizaron la igualdad de palabra y la igualdad ante la ley (isegoría e isonomía) ahora habían dejado de representar a muchos ciudadanos. En consecuencia, algunos como Epicuro comenzaron a identificar la política y la sociedad en general con una fuente de dolor, conflicto y austeridad innecesaria. Veinticuatro siglos de historia después, sabemos que, cada vez que una democracia se desvirtúa, existen dos caminos a coger: quedarse y luchar por devolverle el sentido —quizás darle uno nuevo— al sistema o desmarcarse y empezar de cero.
- Esta segunda vía fue la que el filósofo de Samos optó por ser la que conducía a la felicidad a través de la búsqueda retirada de la sabiduría.
- Filosofar ya no es filosofar en sociedad De esa manera, en torno a sus 35 años, funda en una pequeña propiedad a las afueras de Atenas lo que conocemos como el Jardín, su escuela filosófica.
Si recordamos su pensamiento, el modelo de felicidad epicúreo es el de la vida sin perturbaciones, es decir, el vivir como dioses. Para él, los dioses nunca intervienen en las vicisitudes del mundo humano porque en este todo se mueve aleatoriamente debido a los átomos, que no tienen un fin determinado, o, dicho de otro modo, no existe la teleología.
Esta ausencia de perturbaciones —llamada en griego ataraxia — y el placer eran los dos principios que congregaban en el Jardín a Epicuro y su pequeño grupo de amigos. A pesar de huir del tumulto de la sociedad, son conscientes de que la amistad es imprescindible, puesto que es la única capaz de equilibrar el alma.
El placer debe ser compartido, pero solo con amigos. La convivencia con alguien que no es nuestro amigo trae la perturbación. Eso sí, debemos reconocer un punto a su favor: en el Jardín se aceptaba a cualquier persona, tanto ciudadanos libres como esclavos, a hombres y a mujeres.
Dosieres exclusivos, podcasts, libros de regalo, descuentos Dale un vistazo, Nuestras amistades deben ser un fin en sí mismo y no debemos verlas de forma utilitarista. Una de las formas habituales de celebrar esta amistad y el placer común era a través de banquetes. Del mismo modo que para los sofistas —especialmente para Protágoras— el hombre era la medida de todas las cosas, para Epicuro la medida se encuentra en el vientre; es lo que podríamos llamar una gastrometría.
No todos los placeres tenían el mismo valor como proponían otros como Aristipo de Cirene, para quien un placer no se diferenciaba del resto. Epicuro los organizaba en una jerarquía: existen los placeres superfluos, como la riqueza o el deseo de ser inmortal, mientras que hay otros primordiales, unos para sobrevivir, como el alimento, y otros para la felicidad, como es la ataraxia.
Por eso, el Jardín, alejado de todo lo que produce perturbación, era el lugar perfecto de convivencia para cultivar solo los placeres propicios. Para acabar, un libro y una curiosidad: Anatole France, premio Nobel de Literatura en 1921, escribió en 1895 un libro titulado El jardín de Epicuro, En esta obra, repleta de aforismos, diálogos ficticios, pequeños ensayos y cartas, France nos muestra su postura sobre algunos de los temas más importantes de la filosofía de una forma amena a la vez que irónica y certera.
Y una última reflexión, en griego, idiota (ἰδιώτης) era un término que hacía referencia al individuo que solo se hacía cargo de lo privado y daba la espalda a las obligaciones públicas. Entonces, recordando la crisis política que estaba teniendo lugar y la separación en dos vías de actuación posibles, ¿deberíamos considerar a Epicuro un idiota por fundar el Jardín? Dosieres exclusivos, podcasts, libros de regalo, descuentos Dale un vistazo,
¿Cómo se llamaba el Jardín de Epicuro?
La Opinión de Andrés García Ibáñez | El jardín de epicuro EN la democracia de la Grecia antigua las mujeres no tenían tan siquiera estatus de ciudadanos; eran consideradas igual que los esclavos o los niños, no tenían derechos jurídicos o políticos y se les trataba durante toda su vida como menores de edad.
- Hasta el mismo momento de su muerte estaban sujetas a la autoridad de un tutor, que siempre era un hombre.
- Peor suerte podían correr incluso las heteras, cortesanas que habían recibido educación y eran vistas como un mero objeto de placer.
- Las heteras vivían en las casas junto a las esposas legítimas, pero a diferencia de las últimas corrían el riesgo de ser maltratadas; ninguna esposa legítima podía por ley ser violentada por el hombre de la casa, pero una hetera sí podía sufrir sus tratos ofensivos.
En la Atenas helenística, el único lugar donde las mujeres eran tratadas en plena igualdad con los hombres se encontraba a las afueras de la ciudad: el «Jardín» de Epicuro, una escuela filosófica que tenía como principal cometido la búsqueda de la felicidad mediante el disfrute controlado de los placeres y el cultivo de la amistad.
- Con treinta y cinco años, Epicuro fundó su Jardín allá donde la ciudad lindaba con el campo; una casa rodeada de un huerto mediterráneo (kepos) integrado por árboles frutales, olivos, verduras, flores.
- En la casa se escribían los textos filosóficos y en el jardín se realizaban tertulias y esparcimientos con los discípulos.
La vida que allí se desarrollaba cultivaba la igualdad entre todos los moradores, fuese cual fuese su condición o estatus social, y los lazos de amistad en un ambiente muy austero, pese a las acusaciones de libertinaje o sensualismo que, casi desde el principio, recibió el Jardín epicúreo.
Allí las mujeres, como los esclavos o cualquier otra persona, filosofaban igual que los hombres y eran tratadas con idéntico respeto. La presidencia del Jardín era rotativa y las mujeres la desempeñaban igual que los hombres. Ha trascendido, por ejemplo, la época en la que una hetera condujo y presidió el Jardín; su nombre era Leontion y al parecer escribió varias obras filosóficas muy reconocidas después por Cicerón.
El Jardín fue un ejemplo que, desgraciadamente, no cundíó después en nuestra civilización y sigue teniendo un poder reivindicador de una vigencia aplastante. : La Opinión de Andrés García Ibáñez | El jardín de epicuro
¿Que enseña Epicuro en el jardín?
arte – El jardín de Epicuro y la felicidad
«Extraño, tu tiempo será agradable aquí. En este lugar el mayor bien es el placer» Inscripción de la puerta del jardín de Epicuro recogida por Séneca
Epicuro nació en Samos en el año 341 a.C. El conocido filósofo es un personaje fundamental, heredero de los saberes que le preceden que lo preceden e instaurador de un modo de vida. Equivocadamente hemos concebido a Epicuro o al epicureísmo como una forma de hedonismo, de vida desmesurada.
Nada más contrario a eso; Epicuro postulaba el placer como el fin último, pero lo pensaba de una forma particular: proponía una vida sencilla, sin grandes lujos, una existencia enmarcada por la persecución de un objetivo: la felicidad. Esta última entendida como la ausencia de complicaciones, como una forma de ecuanimidad.
(Ataraxia) Un pensamiento como el descrito se cristalizó en un lugar específico: el jardín. El jardín fue el primer espacio privado después de la Academia y el Liceo, los cuales eran públicos. Alejados de los conflictos de la urbe, los visitantes buscaban un espacio que favoreciera el encuentro y la buena conversación.
La filosofía epicúrea más que un compendio de conceptos era una forma de vida, una manera de estar en el mundo. El jardín se encontraba a un lado de las murallas de la ciudad. Estaba lo suficientemente cerca de la ciudad de la actividad de los atenienses, pero lo suficientemente alejado para olvidarse de los temas que preocupaban a los ciudadanos.
Contaba con un huerto pero tenía una cualidad nueva: el jardín brillando como un espacio de esparcimiento, meditación y gozo, encarnando como el propio maestro, una filosofía de los sensible. El jardín tenía, además, la particularidad de aceptar a todo público.
A diferencia de la Academia o el Liceo que aceptaba a hombres únicamente, el jardín daba la bienvenida a mujeres y a esclavos. Hoy podemos pensar en el jardín de Epicuro como un lugar deseable, digno de inspiración. Refugio placentero, enclave de encuentro y amistad. La invitación es disfrutar de la sombra, la brisa, el sonido de los pájaros.
El jardín como símbolo de desapego, deleite y ánimo imperturbable. Testamento para generaciones venideras. : arte – El jardín de Epicuro y la felicidad
¿Cuál es el pensamiento de Epicuro?
La filosofía epicúrea es la que el hombre vive a diario en la búsqueda de la vida sana y virtuosa, a partir del conocimiento correcto de la naturaleza y de la prudencia frente a los placeres y deseos, buscando así remediar los dolores que atacan el alma, para alcanzar la ataraxia; por esto el pensamiento epicúreo se
¿Cómo se llamaba el jardín?
Descripción e historia – La Biblia indica que el huerto o jardín de Edén habría existido al oriente de la región también llamada Edén, una región que se hallaría en el Oriente Próximo, Igualmente se dice en el Génesis, «un río salía del Edén para regar el jardín, y desde allí se dividía, y se convertía en cuatro cabezas, llamados: río Pisón, que se dice, rodeó toda la tierra de Havila ( Arabia ); el río Gihón, que habría rodeado toda la tierra de Cus ( Etiopía ); el río Hidekel (río Tigris ); que iría al oriente de Asiria ; y el río Éufrates,
La situación de los dos primeros confundió durante mucho tiempo a los estudiosos. Juris Zarins, de la Universidad del estado del Suroeste de Misuri, cree que un río hoy llamado Karun, que nace en Irán y fluye hacia el Golfo Pérsico, es el Gihón y que un lecho seco en el desierto de Arabia Saudita contuvo en su tiempo las aguas del Pisón.
Según este científico, el Edén se hallaba situado en la confluencia de los cuatro ríos en la región del Golfo Pérsico. Esta era un área que hace unos 32 000 años gozó de un clima saludable, pero que en el 15 000 a.C. se volvió árida, obligando a emigrar a los pastores y nómadas que allí vivían.
¿Quién fundó el Jardín de Epicuro?
Epicuro, el fundador de la escuela, recomendaba que el sabio viviese en la naturaleza y de ella aprendiese, pues sólo así podía ser feliz. La propia escuela estaba a las afueras de Atenas en un huerto que denominaron Jardín.
¿Que era el jardín de Epicuro en Atenas?
Flor María Bouhot, Manu Mojito, Felipe Lozano, Becky Mayer, J.N. Gómez (Juan Nepomuceno), Rosa Navarro, Manolo Vellojín, Leonel Castañeda, Félix Ángel, Lorenzo Jaramillo, Álvaro Barrios, Luis Caballero, Camilo Lleras, Miroslav Tichý, Liliana Porter, Leonel Góngora, Éver Astudillo, Sergio Zevallos, Miguel Ángel Cárdenas (Michel Cardena), Juan Betancurth, Juan Camilo Uribe, Delfina Bernal, Natalia Iguiñiz, María José Chica, Julieth Morales, Luz Adriana Vera, Francisca Jiménez, Miguel Ángel Rojas, Jim Amaral, Arnulfo Luna, Gustavo Sorzano y Eduardo Hernández,
Hacia el año 306 A.C. Epicuro se estableció a las afueras de Atenas y creó un espacio en el que eran admitidas personas de toda condición y clase: mujeres, esclavos, prostitutas, seres virtuosos y disolutos. Este encuentro de individuos era uno de los ejes fundamentales de su doctrina, y un hecho inusual para una escuela filosófica.
Concebido ante la decadencia de la democracia ateniense y su ágora, y con la intención de avanzar sobre ellas, el «Jardín» fue un lugar de indagación sobre los principios orientadores del ser social y no necesariamente un centro de enseñanza para discípulos nuevos, pero sí, fundamentalmente, un centro de reunión y de convivencia entre sujetos que compartían una forma de entender la existencia y el mundo.
Esta escuela propuso la ética del placer, afirmando que el objetivo de una vida feliz consistía en la ausencia del dolor, tanto físico como moral. En este sentido señalaba que la ataraxia (serenidad) era indicativa de la ausencia de ansiedad o perturbación, así como de cualquier tipo de aflicción, bien fuera de índole física, como el hambre o la tensión sexual, o mental, como el aburrimiento o la apatía.
Epicuro plantea la filosofía como indagación por la felicidad humana, una reflexión acerca de los temores que agobian a los hombres: el miedo a la muerte, el miedo a los dioses, el deseo desmesurado de placeres y el miedo al dolor, así como la lucha contra los prejuicios establecidos por la sociedad.
Este ciclo de exposiciones invita a repensar un mundo en el que sea posible ser y entenderse sin apelar a metodologías clasificatorias y segmentarias y, particularmente, por fuera de comprensiones normativas de género, genealogía y descendencia. También para reflexionar sobre el nacimiento y el origen sin la idea de maternidad y poder incluir otras subjetividades libres, contestarias, desobedientes y escandalosas que permitan deconstruir los conceptos de identidad, tipo, sexualidad, heteronormatividad y deseo.
Así, podremos crear vínculos que se transformen en lazos afectivos de cuidado y protección mucho más fuertes que los consanguíneos y que desafíen los actuales imaginarios de familia, reproducción y amistad, conformando un estado de solidaridad que transgreda lo establecido y reivindique al otro en todas sus dimensiones.
¿Cuál fue la Escuela de Platon?
Academia platónica – Escuela filosófica idealista en la Grecia Antigua, fundada por Platón (387 a.n.e.) cerca de Atenas y llamada según el nombre del héroe mítico Academo. La Academia platónica se opuso al materialismo antiguo. En distintas etapas de su historia se sometió a la influencia de otras escuelas idealistas.
En la denominada Academia Antigua (Speusippus y otros, siglos 43 a.n.e.), que desempeñó un gran papel en el desarrollo de las matemáticas y la astronomía, aumentó la influencia de la escuela pitagórica. En dicha Academia, las opiniones de Platón se sistematizaban sobre la base de la teoría mística de los números.
La Academia Media ( Arcesilao y otros, siglo 3 a.n.e.) experimentó la influencia del escepticismo, La Academia Nueva ( Carnéades y otros, siglos 2-1 a.n.e.), al profundizar en el escepticismo de la Academia Media, se pronunció contra la doctrina de los estoicos sobre la verdad.
En los períodos posteriores, la Academia unifica de modo ecléctico el platonismo, el estoicismo, el aristotelismo y otras escuelas. En los siglos 4-5, la Academia pasa definitivamente a las posiciones del neoplatonismo (Plutarco de Atenas). Fue clausurada en 529 por el emperador Justiniano. En la época del Renacimiento, fue instituida en Florencia la denominada Academia platónica (1459-1521), que luchaba, desde las posiciones del platonismo, contra el Aristóteles escolastizado, traducía y comentaba las obras de Platón (M.
Ficino). Diccionario de filosofía · 1984:6-7
¿Qué placeres hay que disfrutar Según Epicuro?
El placer y la felicidad, tres tipos de DESEOS: –
Los naturales y necesarios : las necesidades físicas básicas, alimentarse, calmar la sed, el abrigo y el sentido de seguridad. Los naturales e innecesarios : la conversación amena, la gratificación sexual y las artes. Los innaturales e innecesarios, que considera superfluos: la búsqueda de la fama, del poder político o del prestigio social.
Epicuro formuló algunas recomendaciones en torno a todas estas categorías de deseos:
El hombre debe satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible. Se pueden perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción del corazón, pero no más allá. No se debe arriesgar la salud, la amistad, la economía en la búsqueda de satisfacer un deseo innecesario, pues esto sólo conduce a un sufrimiento futuro. Hay que evitar por completo los deseos innaturales innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es efímero.
También distinguía entre dos tipos de placeres, basados en la división del hombre en dos entes diferentes pero unidos, el cuerpo y el alma:
placeres del cuerpo : aunque considera que son los más importantes, en el fondo su propuesta es la renuncia de estos placeres y la búsqueda de la carencia de apetito y dolor corporal; placeres del alma : el placer del alma es superior al placer del cuerpo, pues el corporal tiene vigencia en el momento presente, pero es efímero y temporal, mientras que los del alma son más duraderos y además pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo.
Epicuro nació en Samos (Grecia) hace 2.352 años, defendió una doctrina basada en la búsqueda del placer, la cual debería ser dirigida por la prudencia, Se manifestó en contra del destino, de la necesidad y del recurrente sentido griego de fatalidad. La naturaleza, según Epicuro, está regida por el azar, entendido como ausencia de causalidad.
¿Cómo justifica Epicuro que la felicidad reside en el placer?
El placer y el dolor – Por naturaleza, intentamos ser felices evitando experiencias dolorosas y buscando las placenteras, Sin embargo, Epicuro defendía que el placer que debemos buscar no es de cualquier tipo, sino aquel que evite el sufrimiento del cuerpo (satisfaciendo las necesidades básicas) y la perturbación del alma (evitando los miedos, las angustias, las ansiedades).
Los demás placeres, sobre todo los excesos y los lujos, hay que evitarlos, ya que terminan conduciéndonos al dolor. Sin embargo, hay que tener en cuenta que Epicuro también decía que no todo placer nos conviene, y que no todo dolor debe ser rechazado. En este sentido, el filósofo predica un hedonismo de futuro.
Es decir, a veces no vale la pena arriesgar nuestro futuro por un placer momentáneo, pues a la larga puede producirnos un sufrimiento mayor. Asimismo, algunos dolores hemos de aceptarlos, siempre que nos garanticen un futuro feliz. Por lo tanto, hay que saber elegir y juzgar.
¿Qué placeres son recomendables según Epicuro?
Deseos de cosas naturales y necesarias: por ejemplo, la comida, el sueño, el refugio, el ejercicio de la mente y similares. Sin estos, es imposible vivir saludablemente y ser realmente felices, pues satisfacen las necesidades básicas.
¿Dónde se encuentra la felicidad según Epicuro?
La búsqueda de la felicidad en lo simple para tiempos complejos por Alexandra Goic Cuando se está en el lecho de muerte seguro nada importa excepto una pregunta ¿logré ser feliz? ¿Fue un estado constante o momentos pasajeros?, ya a esas alturas de la vida no se puede volver el tiempo atrás y lograr conseguir ese objetivo tan completo y preciado por todo ser humano; pero entonces, ahora que podemos buscarlo, ¿cómo hacerlo? Epicuro y Epicteto son filósofos clásicos que tratan este tema sobre cómo llevar la búsqueda de la felicidad con muchas coincidencias, a pesar de haber estado lejos en vida uno del otro, y también diferencia.
- Aunque todo lo que de estos se pueda decir no sería más que conocimiento vano si no le encontráramos un sentido o relevancia para aplicarlo en los tiempos actuales.
- Sobre la felicidad ambos filósofos coinciden en la importancia que tiene en el ser humano, aquello que se busca y debe ser buscada por sobre todas las cosas, pues la consideran como el mayor fin y aquello a lo que debemos aspirar con cada una de nuestras acciones.
Aunque Epicteto la describe más vanamente, dice simplemente que siempre debe estar presente y nunca dejar que se nos escape (Epicteto, Manual, p.17), Epicuro es un poco más meticuloso, la describe en un principio como algo que al tenerlo lo tenemos todo, es decir, es completa en sí misma y no requiere de nada más para satisfacer al ser humano, mientras que cuando no la tenemos es la meta.
Esto lo lleva a concluir que es principio, pues mueve todas nuestras acciones (Epicuro, Carta a Meneceo, Máximas Capitales y Sentencias Vaticanas p.11, 14), y fin, pues es lo que se busca con las acciones, Como se puede desprender, para Epicuro la felicidad es placer, serenidad, un estado en el que no hay perturbaciones del alma ni dolor alguno; por lo mismo, él entendía que no hay un punto medio entre placer y dolor, o se siente uno o se siente otro, pues las definiciones de ambos son la ausencia de su opuesto.
Epicteto también tenía un pensamiento radical. Hablando de lo bueno y lo malo, él creía que en el camino para buscar la felicidad se tiene que ser bueno en el actuar, como un sabio, y que no existe un punto medio entre el ser bueno o ser malo, pues o corresponde al modo para lograr la felicidad o no y, al igual que Epicuro, creía en la felicidad como estado de imperturbabilidad definido por la ausencia de dolor y pena.
Ya que ambos filósofos tienen concepciones prácticamente iguales sobre la felicidad, entonces es de suponer que deben coincidir en cómo conseguirla, pero si es algo que se alcanza, un objetivo, entonces ¿Habrá quiénes no logren ese estado de felicidad? ¿Cómo no se llega a ser feliz? ¿Cómo se consigue? Con respecto al método para lograr ser feliz ambos filósofos coinciden en ciertos puntos, siendo uno de los más importantes el actuar después de juzgar y calcular las posibilidades en caso de optar o rechazar una acción o algo que se nos ofrece, y las consecuencias que nuestra decisión podría tener en el objetivo de conseguir la felicidad.
Para Epicuro esto incluye una práctica de no siempre elegir cosas que sean placenteras o nos proporcionen un bien cuando estos sean pasajeros y a largo plazo o no beneficien y signifiquen una culpa u obstáculo. Lo mismo dice sobre el dolor, que es siempre un mal, pero a veces vale la pena pensando en sus consecuencias si estas nos son benéficas.
Este pensamiento se encuentra claramente en la cita «todo placer, pues, por tener naturaleza apropiada a la nuestra, es un bien, aunque no todo placer ha de ser elegido; así también todo dolor es un mal, pero no todo dolor ha de ser por naturaleza evitado siempre» (Epicuro, Carta a Meneceo, Máximas Capitales y Sentencias Vaticanas, p.15), él propone que además consideremos qué ocurriría no sólo si se cumple el deseo, sino además qué pasaría si no.
La escuela de Epicuro
Con este pasaje, Epicuro da paso a una de sus grandes propuestas, pero primero; Epicteto coincide sobre el cuidar las decisiones para mantenerse en el buen camino, apunta más a calcular nuestra vida y decisiones o rechazos según la prudencia, dicha virtud que Epicuro plantea como la primera virtud porque da paso a las demás, tomándola como servirse dentro de lo simple y no pasarse a lujos, riquezas y fama que no son necesarios para la satisfacción propia, principalmente porque son deseos sin límites y que nunca nos van a satisfacer, tal y cómo lo expresa al decir «pues cuando una vez se ha sobrepasado la medida ya no hay ningún límite» (Epicteto, Manual, p.37).
Epicuro coincide totalmente con esto y plantea también la prudencia como la manera de llevar la vida, así ambos autores llegan a la misma conclusión y que es quizás uno de los exponentes más importantes de su filosofía y la práctica principal para lograr la felicidad, el vivir de lo simple y necesario.
Pero ¿Cuáles son esos placeres que si debemos satisfacer según Epicuro? Y para Epicteto que habla de deseos por cumplir ¿Cuáles debemos buscar y cuáles rechazar? Aquí comienza una de las primeras diferencias entre los autores, aunque placeres y deseos van a significar prácticamente lo mismo, los clasifican de distinta manera.
Para Epicuro los deseos que nos satisfacen y generan placer se dividen entre los vanos (son excesos, deseos que sobrepasan los límites de los otros deseos, tales como la riqueza) y los naturales (aquellos que si no se cumplen no generan un daño) y estos últimos poseen una extensión más que son los necesarios, dichos se refieren a los que aportan directamente para nuestra felicidad, otros para cesar cualquier dolor y finalmente aquellos para el vivir mismo; y por lo mismo son los que deben convertirse en prioridad en nuestras vidas, estos podrían ser considerados como los deseos de un filósofo que entiende que la felicidad no está en los excesos, pero además en la amistad, pues también esta libera al alma de perturbaciones.
Entonces tanto la filosofía como la amistad están ligadas estrechamente con la felicidad a tal punto que son condiciones para esta. Sobre el mismo tema Epicteto plantea, y así parte el Manual, que, de las cosas existentes, aquellas que podemos desear, unas dependen de nosotros y otras no.
Estas últimas tienen la característica de estar fuera de nuestro alcance y por tanto desearlas es salirse de la moderación, algo que solamente generará angustia o perturbación en el caso de que no se consigan, así terminaríamos siendo esclavos de un deseo sin límites y jamás se lograría la felicidad.
Mientras que aquellos deseos que de nosotros si dependen, dejarán caer sobre nosotros las consecuencias que traigan, sean positivas o negativas, aunque por lo mencionado anteriormente del cálculo, no deberían ser en mayor medida las perjudiciales.
La importancia de estos deseos es que dejan en nosotros la responsabilidad, como le llama Epicuro, o algo parecido a la culpa, mientras que aquellos que nos son ajenos traen consecuencias que si nos afectan, no nos pueden hacer bien ni mal, pues son naturales y no efecto de algo nuestro. Esto significa que todo lo que hacemos es posible ponerlo bajo reproches o halagos que debemos aceptar, no así, es erróneo echarnos la culpa de consecuencias por un hecho ajeno a nosotros, dicho es angustia que no nos corresponde.
Lo que sí nos corresponde ante un suceso que nos ocurre sin que dependa de nosotros es la disposición ante este, y en esto los autores coinciden; dicen que para obtener beneficio de aquello se requiere una buena disposición, pero además que es lo único que podemos hacer.
¿Pero qué pasa si a pesar de tener buena disposición no se cumple el deseo? Epicteto responde a esto diciendo que no hay que angustiarse ni perturbarse, pues si hicimos lo mejor y actuamos bien basta, pues si algo está por sobre nosotros no hay nada más en nuestras manos por hacer, tal como se mencionó antes, y sobre todo, no obsesionarse con aquello; pero lo interesante es ¿está el futuro en nuestras manos? ¿Nuestros objetivos están en nosotros realmente aquellos a los que se les dice logrables cuando existen fuerzas mayores contras las que no nos podemos enfrentar? Para estos dos filósofos el futuro o destino no es como el aire, que no podemos agarrar ni controlar, pero tampoco es algo que cuelga de nuestras manos.
Si hay una parte en la que influenciamos dando todo por conseguir en ese futuro de expectativas la felicidad, pero aquello ajeno a nosotros siempre se nos escapa. Epicuro agrega que de las cosas que pasan están aquellas que ocurren por necesidad, azar y por nosotros.
Azar, ¿azar? pero el azar no es justo, sin importar la disposición que se tenga ante los desafíos y obstáculos que se nos pongan; y sí, la suerte no es pareja, pero es mejor ser «desafortunado razonando bien que afortunado razonando mal» (Epicuro, Carta a Meneceo, Máximas Capitales y Sentencias Vaticanas, p.17), para el vulgar, o profano como lo llamará Epicteto, el azar tiene tanto poder como una divinidad y es necio en dejar todo en sus manos, un sabio crea su propia suerte poniendo lo mejor en las acciones y sólo esperando que la suerte esté de su lado, pero no depende de ella.
Una fuerza mayor podría ser la muerte (y que además está presente al hablar de futuro), el vulgo, siempre tiene ideas, o representaciones cómo las llamará Epicteto, erróneas y en este caso considera la muerte como algo malo y temible, para Epicuro además del dolor y la pena, el miedo también perturbaba el alma y uno de los grandes a superar el de la muerte, también estaba el miedo a los Dioses, tener una recta opinión sobre el placer y su límite, y el saber prudencial acerca de los deseos y del logro del fin de la naturaleza, y el saber prudencial acerca de su tolerancia.
Sobre la muerte no hay que tener una visión de dolor ni temerle y mover la vida por ella, la muerte no es más que no sentir, temerle a la muerte es un sufrimiento elegido, pues no tiene sustento. Sobre los placeres, sus límites y la prudencia ya hablamos, faltan los Dioses, pero antes ¿Qué dice Epicteto sobre la muerte? Él cree que la muerte si genera pesar por la representación que tenemos de la y la importancia de los seres queridos, por eso propone vivir con una actitud de, no sé si la palabra correcta sería desapego, pero sí reducir al mínimo a las personas hasta que queden en el ámbito más común, de manera que su muerte no sea un sufrimiento para quiénes siguen vivos.
Finalmente ambos filósofos concuerdan en que sobre los Dioses no hay que temer, y que quién les teme es porque una mala idea de ellos trae, pues son seres ya dichosos y ese es su mayor poder, «y si no te sirves de lo que te ofrecen, sino que lo desprecias () no sólo participarás del banquete de los Dioses, sino que también su poder» (Epicteto, Manual, p.20), con esto Epicteto hace referencia a que la actitud de conformarse de la prudencia o lo simple es una vida divina, tal como la felicidad es una adquisición divina.
Así Epicuro plantea las soluciones a los cuatro aspectos que perturban el alma y Epicteto coincide sobre todo con la base de vivir de la simpleza, pero algo que menciona mucho Epicteto y no Epicuro es la auto dominación, saber controlar las tentaciones y emociones, ser dueños de nosotros mismos y no dejarnos caer por las representaciones que los demás manejen o promulguen de nosotros, que en nuestro ser esté todo lo que necesitemos para obtener paz y felicidad.
¿Y esto qué tiene que ver con los tiempos de ahora? Muy poco en el sentido de qué tanto se ve aplicado, pero mucho pensando en una solución. Si todo esto consideráramos, todo lo que estos grandes autores han propuesto, todos llegaríamos a ser felices y cada vez sería más fácil la aceptación y control de uno mismo.
Si se dejara de ver el valor de una persona por sus riquezas, cómo viste o habla, quizás no habría segregación de clases, no habría clases, si nos detuviéramos siempre antes de hablar y tampoco dijéramos todo lo que pensamos habría menos discordias y si viviéramos pensando que la felicidad está en lo simple y que los lujos son puramente imágenes vagas y materiales que no nos dicen nada de la persona que los porta, más que quizás no sepa lo obvio que puede ser todo lo que he escrito en estas páginas, donde se comprime parte del gran pensamiento de dos grandes pensadores que sin imaginar los lujos y riquezas que hay hoy en día nos dan lecciones sobre estas, sobre el tiempo que pasamos preocupados por deseos vanos.
BIBLIOGRAFÍA Epicuro, Carta a Meneceo, Máximas Capitales y Sentencias Vaticanas, Santiago CL, Ediciones Tácitas, 2018 Epicteto, Manual, Santiago CL, Editorial Gredos, 2019 : La búsqueda de la felicidad en lo simple para tiempos complejos
¿Qué estudia la escuela de Epicuro?
El epicureísmo es una corriente filosófica cuyo máximo objetivo es buscar un placer modesto y duradero. Fundado por Epicuro de Samos (341-270 a.C.) en las afueras de Atenas, el epicureísmo es a menudo confundido con un mero hedonismo (doctrina filosófica que identifica el placer con el bien).
¿Quién fundó la escuela Epicuro?
Epicuro fue uno de los grandes filósofos de la cultura griega de su época y fundador de la corriente filosófica que lleva su nombre, el epicureísmo, cuya principal característica fue la identificación de la felicidad con el placer. – Por Jaime Fdez-Blanco Inclán Nacido en Samos (Grecia) en 341 a.C., Epicuro fundó, como también hicieron Platón y Aristóteles, su propia escuela, El Jardín.
Este espacio, dentro de su propio hogar, fue el lugar escogido para desarrollar su filosofía, en las reuniones y charlas que mantenía con sus seguidores y amigos. A diferencia de lo que ocurría con otros filósofos y sus escuelas, estos amigos y seguidores eran de toda condición: hombres, mujeres, ricos, pobres, esclavos, etc.
Tanto la filosofía de Epicuro como su escuela fueron objeto de numerosas críticas, principalmente por su defensa del placer como llave de la felicidad en la vida. Esto no deja de ser curioso, pues algunos de los mayores enemigos del epicureísmo se encontraban entre los estoicos (seguidores de la escuela de Zenon de Citio, la Stoa, que defendía una filosofía basada en el determinismo y una ética estricta en favor de la virtud y el alejamiento de las pasiones), pese a que ambos, como veremos, defendían una manera de vivir bastante similar, a pesar de hacerlo partiendo de ideas muy diferentes.
¿Dónde radica la felicidad para Epicuro?
En Epicuro, los deseos que no controlamos nos impiden la felicidad. Y este sentido distingue placeres kinéticos, que son los deseos que están siendo colmados (el placer de una alegría, de una comida), y placeres katastemáticos, que es cuando el deseo ya ha sido controlado y es estable (salud, sabiduría de la conducta).